Ángel, ingeniero de 34 años, era el paradigma del hombre de éxito, con una carrera profesional plena en logros. Un puesto de trabajo envidiable, al mando de la división de nuevas prospecciones de una poderosa multinacional del sector energético: salario exorbitante, participación en beneficios, constantes viajes, cochazo de empresa...
Se casó hace 4 años con Marta: 32 años, muy bella, larga melena negra, enormes ojos color avellana, sensual... Marta era secretaria de dirección en una de las compañías editoriales más importantes del país.
Tras lograr la consolidación de sus carreras profesionales, consideraron que había llegado el momento de dar un paso más en su relación: Decidieron tener un hijo. Tras cierto tiempo y varios intentos entre viaje y viaje, Marta se quedó embarazada, ¡¡¡e iba a ser niño!!!
A pocas semanas del nacimiento de su primogénito, Ángel fué trasladado por 3 meses a Nigeria para supervisar la construcción de la nueva planta de procesado y distribución de gas natural. "Es un auténtico fastidio, pero es algo inherente al puesto" dijo Ángel para sí mismo. "Además, tres meses no son nada". Con esos pensamientos se trasladó a Riga, y entre reuniones y largas jornadas de trabajo en la nueva construcción, transcurrieron 3 meses que a él le parecieron una auténtica eternidad.
Emocionado, Ángel regresó a su casa para re-encontrarse con su querida esposa, y conocer a su hijito. Al entrar en el dormitorio, se aproximó con sumo cuidado a la cunita, y creyó que iba a desmayarse cuando comprobó lo que en ella había: ¡¡¡¡Un niño negro!!!
- "¡Marta!" Exclamó desconcertado Ángel. "¿Cómo es posible esto? ¿Un niño negro?" Y Marta, con toda la naturalidad del mundo, respondió "Por supuesto amor mío, claro que es posible. De hecho, tiene una explicación increiblemente simple..."
- "Pues te ruego que me lo expliques", suplicó Ángel. "No existen precedentes de ninguna persona negra en nuestras familias, con lo que la causa genética queda excluida".
- "Y no se trata de la genética, cariño. Mira, ocurrió lo siguiente: nada más dar a luz a nuestro hijo, tuve un grave proceso infeccioso que me impidió dar el pecho al niño. Consciente como soy de la importancia de alimentar a un niño en las primeras etapas de su vida con leche materna, no sólo para proporcionarle todos los elementos que necesita para un correcto crecimiento, sino también para el desarrollo de su sistema inmunitario, busqué sin descanso una mujer de confianza que pudiera darle el pecho a nuestro pequeño. Tras mucho buscar encontré que la candidata ideal era mi compañera de Presupuestos, Lucinda, que como sabes es originaria de Costa de Marfil y es negra. El caso es que, por motivos que los propios médicos no han sabido explicar, al alimentarse de la leche materna de Lucinda el metabolismo del niño ha sintetizado tal cantidad de melanina que la pigmentación de su piel ha cambiado, adquiriendo su color actual..."
Después de escuchar tal explicación, Ángel respondió:
- "Marta, me resulta difícil de creer... Lo mío es la ingeniería y en otros terrenos soy lego, pero lo que me acabas de contar me suena demasiado raro..."
A lo que su esposa, riéndose, replicó:
- "Estoy de acuerdo contigo cielo. Eres uno de los mejores ingenieros del mundo en tu especialidad, pero en otros campos eres bastante ignorante. Y uno de ellos, es la biología..."
Ángel, desconcertado, no supo qué responder. Finalmente dijo "Bueno, pues así será. El caso es que mi esposa y mi hijo están bien. Y los quiero tanto... ¡Soy el hombre más feliz del mundo!!!"
Sin embargo, el poso de la más descorazonadora duda seguía ensombrecía su ánimo. Unos días más tarde, y aprovechando un desplazamiento a Barcelona por motivos de trabajo, fué a visitar a su madre. Tras los achuchones, los sonoros besos llenos de carmín y los cariñosos reproches a su descastado hijo, que la tenía muy abandonada, doña Soledad se interesó por el estado de su nuera y de su nietecito.
- "Están muy bien mamá. Marta tuvo una pequeña complicación en el parto pero por fortuna se resolvió bien. El niño es una auténtica preciosidad, muy bueno, no da nada de guerra... pero..."
Y a continuación le contó a su madre el extraño capricho que la naturaleza había llevado a término con su hijo. La madre escuchó atentamente la historia, asintiendo a cada pausa... Al finalizar su relato, Ángel espetó a doña Soledad.
- "... y eso es todo mamá. Imagino que a tí te pasará como a mí; y es que estas cosas las escucha uno y no se las acaba de creer ¿verdad?"
A lo que la madre respondió:
- "Pues sí hijo, sí que resulta difícil de creer, pero si tu esposa lo cuenta así, será porque así ha sucedido..."
Ángel, que al principio temía la posible reacción de su madre ante tal noticia, quedó sorprendido y aliviado de la positiva respuesta de doña Soledad. Aún así, no pudo evitar preguntarle:
- "¿Sí mamá? ¿De verdad crees que estas cosas suceden así?"
Y doña soledad, suspirando profundamente, respondió:
- "Sí hijo mío. Y no sólo creo que sea posible, sino que además aprovecharé para contarte algo que lo corrobora. En tu caso ocurrió algo muy similar. Verás, cuando me quedé embarazada de tí, el período de gestación transcurrió sin ningún tipo de problema, pero el parto se complicó bastante y perdí bastante sangre. Eso retrasó mucho mi recuperación, y como tenía que amamantarte pero no me subía la leche, decidí alimentarte con leche de vaca... DE AHÍ LOS ENORMES CUERNOS QUE ADORNAN TU FRENTE, QUERIDO"
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